Estaba al borde de la depresión. El tener que levantarme día tras día para ir a trabajar y tener que enfrentarme al director del Colegio de Educación Secundaria en el que llevaba trabajando desde los veinticuatro años (tengo en la actualidad treinta y siete) se me hacía cada vez más insoportable, insuperable… Tenía que ser verdaderamente una auténtica idiota e ineficaz profesora para sentir eso y no dejar por ello la docencia, tal y como me lo iba repitiendo cada día a gritos mi superior. Ello era en lo que estaba pensando precisamente en hacer cuando leí un día por casualidad un artículo en una revista médica que abordaba el acoso laboral (también denominado “mobbing”) y en el que la persona que lo había sufrido nombraba al bufete de abogados Durán & Durán de Barcelona, quien según ella le había ayudado a que se reconociera a su superior culpable de acoso laboral y a que éste fuera condenado por daños y prejuicios y destituido de su alto cargo. Esta persona hablaba de los daños psicológicos que habían mellado su autoestima tras varios años de denigración y vejaciones de todo tipo.
¿Qué formas puede cobrar el acoso laboral?
Así pues, ella nombraba las agresiones verbales repetidas, las tácticas de humillación (como las de asignarle tareas innecesarias o arduas) o la indiferencia que simulaba su jefe hacia ella durante las reuniones de trabajo cuando con los demás empleados se mostraba atento e incluso deferente. A ella, sin embargo, ni siquiera la miraba ni le dirigía la palabra. ¡La ignoraba literalmente! Como si ella no hubiera estado presente en dicha reunión, como si ella no existiera, como si ella fuera invisible… A veces, si por el contrario se le ocurría “percatarse” de su presencia, era entonces para rebajarla ante sus compañeros y subrayar lo mal que hacía su trabajo y patatín y patatán… Asimismo, y mediante ataques a su reputación, la ridiculizaba con bromas sobre su salud psíquica, su vida privada (la chica era bastante liberal sexualmente y había tenido muchas parejas), sus gustos vestimentarios, etcétera. ¡Un infierno! Eso es lo que había vivido la persona que aportaba su testimonio, un infierno que pensándolo bien se parecía en varios puntos al que yo llevaba viviendo desde muchos años. “¡Demasiados años!”, pensé…
No te quedes solo(a) y busca apoyo profesional
Sí, el testimonio de esta persona que había sido acosada durante años por su superior se parecía mucho a mi caso. De hecho, me abrió los ojos. Según lo que especificaba al final del artículo, ella había conseguido escapar y librarse de esta terrible situación gracias a una esclarecedora ayuda psicológica y a un adecuado asesoramiento jurídico y legal. Ello había permitido en efecto que pudiera reconstruirse psicológicamente poco a poco, que fuera recobrando una buena autoestima y que su jefe fuera reconocido culpable de acoso laboral y condenado, tras las múltiples pruebas aportadas por ella, tras las declaraciones a su favor de sus colegas y las de una antigua empleada que acabó renunciando a su trabajo tras haber sufrido como ella miles de humillaciones por parte de su jefe. Acababa por fin su testimonio encomendando a cada persona que pensara estar viviendo una situación similar, a que se dirigiera y explicara su caso a profesionales expertos, como lo eran los abogados del despacho al que ella había recurrido, y gracias a los que había sido reconocida víctima de un vil acosador y gracias a los que su jefe había sido declarado culpable y destituido. Insistía también en la necesidad de no tener miedo y en la de no callar ni en la de consentir sino en la de hablar ante una situación anómala que podía tener graves repercusiones tanto en la salud como en la dignidad de la persona. Frente a un presunto acoso laboral lo mejor era pedir siempre ayuda psicológica y asesoramiento jurídico o legal, porque salir solo(a) de una tal situación era excesivamente difícil por no decir imposible. Francamente, tras haber acabado la lectura de dicho artículo, estuve dándole un tiempo miles de vuelta al asunto y acabé finalmente reconociendo que no podía seguir viviendo de esa manera y que por ello debía actuar y contratar los servicios de un buen abogado. No me lo pensé más tiempo y llamé al bufete Durán & Durán…