Si accedes a la hemeroteca de cualquier periódico comprobaréis cómo las imágenes han ido cobrando importancia sólo de un tiempo a esta parte. Esto es, básicamente, porque antes no tenían ni los medios ni la economía para poder publicar un mínimo de una imagen por noticia, pero también es así porque antes se intentaba entender la noticia realmente y tenía mucho más sentido leerte todo el texto en lugar de quedarte sólo con el titular y la fotografía. De hecho, hoy en día aplaudo a los que se leen las entradillas.
Todo lo malo tiene su parte buena
Esto puede tomarse por muchos lados y la mayoría de ellos dejan entrever que cada vez estamos menos dispuestos a culturizarnos porque nos hemos vuelto, en general, una pandilla de vagos que no tiene ganas de esforzarse para conocer las cosas. Es mucho más cómodo poner los telediarios a la hora de comer o esperar a que nos lo cuente otro ¿verdad? Pero todo lo negativo suele tener también una parte positiva y, en este caso lo positivo es que hemos aprendido a leer de la imagen. Antes, cuando nuestra sociedad veía una imagen, tendía a buscar corriendo un texto que le explicara lo que estaba viendo, ahora eso ya no es necesario, sólo es un plus, porque sabemos leer la imagen de manera sencilla.
Algo que también es realmente positivo es que el mundo de la fotografía ha innovado al mismo tiempo que lo hacían el resto de sectores. Ahora hay cámaras con las que no hace falta saber demasiado para sacar imágenes decentes ya que todo lo hace, prácticamente, la misma cámara sola. ¿Significa eso que todos podemos sacar ahora fotografías signas de un Pulitzer? Por supuesto que no. Uno de mis fotógrafos favoritos, Hevia Fotógrafos, tiene una especie de don para saber cuando darle al botón, cómo encuadrar, en qué ángulo ponerse e incluso cómo utilizar la luz en su propio beneficio. Algunos dirán que es todo técnica, yo digo que tiene magia en los dedos: no todo es tecnología y técnica, hay mucho de la personalidad del fotógrafo en cada imagen.
Si vemos fotografías antiguas ahora nos parecen extrañas, misteriosas e incluso algunas nos dan miedo y eso es porque nada es como lo era antes y estamos acostumbrados a una calidad muy superior en cualquier toma. Esas imágenes en las que los protagonistas de las mismas parecen muertos en vida no son más que el resultado de una fotografía familiar con una cámara que deja mucho que desear, en la actualidad. En su momento, esa imagen podía valer millones porque era lo que había, pero ahora nos resultan macabras. De hecho, a veces se han usado para provocar terror en ciertas películas o momentos concretos.
Esas imágenes ahora forman parte de nuestra cultura e historia, pero obviamente no son más que una hemeroteca de la que tirar en ciertos casos.